Fue fundado por el vikingo Oleg de Nóvgorod en el año 882 y ocupó un territorio entre las actuales Bielorrusia, Ucrania y Rusia occidental. Con capital en Kiev, fue una entidad política fuerte e independiente que entabló relaciones con el Imperio bizantino y liberó a los eslavos de los jázaros, un pueblo túrquico de Asia Central que controlaba buena parte del este de Europa y el Cáucaso. Pero, sobre todo, la Rus de Kiev destacó por abrazar el cristianismo ortodoxo en el año 987, siendo el primer Estado eslavo que lo hacía. Por esa identidad y cultura, Rusia y Ucrania hoy reivindican la Rus como Estado fundacional de sus naciones para defender sus identidades e intereses.
La Rus de Kiev, de principado vikingo a Estado eslavo
La Rus de Kiev se remonta a finales del siglo IX, cuando los vikingos llegaron al este de Europa en busca de fortuna. Según la Crónica de Néstor, un libro del siglo XII que narra la historia de la Rus, los eslavos de la región pidieron a los vikingos que tomasen el control para expulsar a los jázaros y tres hermanos aceptaron la petición. El mayor, Rúrik, se asentó en Nóvgorod; Sineus, en Belozersk, y el menor, Truvor, en Izborsk, todas ciudades de la Rusia occidental actual. Esta zona pasó a llamarse “tierras del ‘Rus’”, como los eslavos denominaban a los vikingos, y los tres hermanos fundaron en el año 862 la dinastía Rúrika, interrumpida hasta la llegada de los Románov en el siglo XVII. Cuando Rúrik murió en el 879, el único pariente vivo de la dinastía era el vikingo Oleg de Nóvgorod, que desde esta ciudad había liderado campañas militares para expandir las tierras de la Rus hacia el sur. El objetivo era Kiev, cuya ubicación a orillas del río Dniéper era idónea para controlar la ruta comercial que unía al este de Europa con el Imperio bizantino. Cuando Oleg logró hacerse con la ciudad en el 882, fundó la Rus de Kiev, que comprendía los territorios que había conquistado por las actuales Bielorrusia, Ucrania y Rusia occidental.
La Rus creció y se fortaleció hasta alcanzar su máximo esplendor a finales del siglo X, cuando el príncipe Vladímir I abrazó el cristianismo ortodoxo en el 987 tras pactar una alianza militar con el emperador bizantino Basilio II. Vladímir, además, eligió el eslavo —y no el nórdico de los vikingos— como lengua oficial de la Iglesia ortodoxa de la Rus, creando así el primer Estado eslavo ortodoxo del este de Europa. La Rus se abrió de esta manera a la influencia del Imperio bizantino y, durante el gobierno de Yaroslav I (1019-1054), hijo de Vladímir, se convirtió en el centro cultural y económico de la civilización eslava. De hecho, cuatro siglos después, el matrimonio del gran príncipe de Rusia, Iván III, con Sofía Paleóloga, sobrina del último emperador bizantino, buscó convertir al principado de Moscú, heredero de la Rus, en la “tercera Roma”.
Disputa por la memoria histórica
Pese al esplendor, la Rus de Kiev cayó en el 1240 por la invasión del Imperio mongol y dio lugar a los principados de Nóvgorod, Moscú y Galicia-Volinia. Pero como estos se convertirían en las actuales Bielorrusia, Rusia y Ucrania, su legado e importancia siguen vigentes. En la actual crisis política entre Rusia y Ucrania, ambas se disputan la Rus porque lo consideran el Estado fundacional de sus naciones.
Para Moscú, Rusia es la heredera de la Rus porque el principado de Moscú, del que nacería el Estado ruso, fue el único que sobrevivió a la invasión mongola y logró expandirse. Vladímir Putin defiende esta visión para afirmar que las naciones rusa y ucraniana son una sola y legitimar así su anexión de Crimea en 2014 y cualquier posible invasión a Ucrania. El presidente ruso, por ejemplo, inauguró en 2016 una estatua de Vladímir I en honor al que considera el padre de la nación rusa. En cambio, para Kiev, donde existe una talla muy similar desde 1853 por la misma razón, la Rus fue un Estado ucraniano y la nación rusa nació después, más al norte y por mezcla de elementos fino-bálticos y eslavos. Este argumento le sirvió a Ucrania para justificar su independencia de Moscú en 1991 tras la descomposición de la Unión Soviética y construir una identidad nacional diferenciada.
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